A pesar de los indiscutibles valores y arraigo popular de no pocos géneros musicales cubanos, difícil sería comparar a alguno de ellos con la huella que a lo largo de muchas décadas, ha dejado el SON en la historia de nuestra música y en los mismos cimientos de la cultura cubana.
Mestizo como nuestra nacionalidad, mezcla del blanco y del negro, síntesis de melodías y ritmos europeos y africanos, calor y sensualidad. Ningún otro ritmo ha tenido tantos y tan destacados cultores: cantantes, compositores, arreglistas y agrupaciones vocales y orquestales de todo tipo.
Desde sus inicios, el SON se enraizó en el gusto popular y ha sorteado con éxito todas las épocas, año tras año, manteniendo siempre actualidad y vigencia. A partir de los primeros montunos, el SON ha logrado una constante transformación en su sonido y en su estilo, adaptándose a cada momento y asimilando cada nueva posibilidad instrumental. Quizás en esto haya radicado su protagonismo durante tantos años, porque no sería inadecuado decir que cada generación de cubanos ha tenido su SON, que aunque diferenciado en sonoridades y tempos, ha mantenido una histórica unidad genérica, con su bajo sincopado, el ‘martilleo’ del bongó, el tumbao del tres o del piano, la continuidad de las maracas o el güiro y la alternancia de solistas y coros a golpes de campana
martes, 18 de mayo de 2010
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